Bitácora político, cultural, literaria, social, no hay otra

7.10.06

Cuando los poetas hablan: Luis García Montero

En el Babelia de hoy le hacen una larga entrevista a Luis GArcía Montero -bien está que, de vez en cuando, alguien se preocupe por dejar hablar a los poetas de verdad-. A mí Luis me cae bien, muy bien, diría, y tiene la rara habilidad, rara por poco frecuente, de relacionar literatura, política y vida cada vez que habla, y en este entrevista no ha sido diferente con el doble acierto de hacernos volver a pensar en la nefasta constitución europea que, por suerte, ha quedado en proyecto. "

Dos apuntes:

"A mí me interesa más la Constitución europea que la Constitución republicana, la verdad. Creo que la izquierda debe sentirse orgullosa de su tradición, pero para mirar al futuro. Y cierta izquierda quiso vendernos como Constitución lo que no era más que un mero tratado económico con barniz constitucional. Donde la Constitución española habla de derecho al trabajo la europea habla de derecho a buscar trabajo. Parece una broma. Mirar a 1936 no debería hacernos apartar la vista de 2006."

Y el segundo:

"Lorca nunca estará mejor honrado que en ese parque, un sitio al que se puede ir a pasear, a jugar. Hay que mirar caso por caso para esclarecer la verdad, de acuerdo, pero en su caso está todo claro. Otra cosa es el morbo de hacerse fotos con la calavera y usar la memoria histórica como objeto de consumo."

Nada mal como reflexión para este fin de semana.

No todos los días se puede hablar de política... o sí

Me llama Mónica, hace un rato, lleva la sección de blogers de Metropolis, el suplemento de El Mundo, y me dice que si quiero participar en la sección que lleva que le escriba un texto acerca de la bitácora, mis intereses, porqué escribo... bueno, esas cosas que me mueven a escribir aquí día sí, día también desde hace casi tres años. ¡Tres años!, hasta yo me soprendo cuando lo escribo.

De inmediato me siento ante el ordenador y me pongo a pensar... por qué utilizo este sistema, el escribir en el blog para dar salida -mental, principalmente- a todas aquellas cosas que, sea política, literatura o televisión (que de todo hay) y lo hago porque es la única forma inmediata que conozco de compartir con todo el mundo aquello que me preocupa, me conmueve o me cabrea -a falta de la esperada columna en un medio de comunicación tradicional en el que contarlo también-. Así de simple, veo la tele, leo un libro, o escucho una noticia y si me da que pensar lo dejo por escrito. Lo curioso es que, casualmente, casi todo lo que me provoca esta necesidad de escribir está relacionado con la política, que para mí sigue siendo el principio y final de todo; así que principalmente toco temas políticos.

Puede parecer aburrido pero no lo es. Ahora mismo, acabo de encender la tele para ver las noticias con idea, precisamente, de eso mismo, de que se me ocurra algo de lo que hablar. Aunque, de pronto, recuerdo el programa de ayer, de TV2, "Carta Blanca". Os cuento, porque estuve viéndolo en casa de una amiga y de los que estábamos ninguno daba crédito a lo que veía.

Empecemos por el principio.

Hace unos días, Lucía Etxebarría escribió en el diario ADN un artículo titulado "Entre la telejoya y la telebasura" (o aprox, que no se me quedó el título exacto). En él, claro, se metía con los programas, típicos y tópicos, que abundan cada día más y que hablan o tratan el mundo del corazón. Hasta aquí bien. Aunque a mí me parece un gasto inútil de saliva o tinta, porque a la vista está que deben funcionar a las mil maravillas porque cada vez proliferan más y aumentan las audiencias. Si no nos gusta eso habrá que pensar que hay que modificar cosas, pero otras, mucho antes. Hasta aquí nada que decir. En frente, en su opuesto, quiero decir, estaba la telejoya "Carta Blanca" un programa de la TVE2 que, para los que no lo conozcan, es un programa en el que el conductor del mismo cambia cada semana (alguien vinculado al mundo de la cultura en general) y es quien elige los personajes con los que quiere hablar. De ahí el título Carta Blanca. Este programa es, obviamente, la telejoya para Lucía. Bien. Yo he visto un par y os diría que no es de lo mejorcito, pero la idea, eso sí, es inmejorable.

Sigamos.

Ayer, ayer mismo, recibo un mail por la mañana en el que Lucía Etxebarría nos pedía a los destinatarios que viéramos el programa porque... ¡lo conducía ella! Acabáramos Lucía, tanto presumir de programa porque resulta que te han elegido a ti, bien está. Y tienes que autopromocionarte. Bien está también que a todos nos cuesta mucho vender libros. Claro que, bien estaría, la recomendación digo, si no fuera porque yo sí lo vi y bien... bien... bien... no puedo decir que quedara muy bien, porque -y confieso que sólo vi la mitad- uno no se puede creer que está dándole 10 minutos a Margarita Xirgu o a Sarah Bernhardt cuando no son ellas, ni que es Bertold Brecht cuando no lo es. Poco más que añadir, a buen entendedor pocas palabras bastan. Sólo que me gustaría saber qué secreto motivo llevó a Lucía a ponerse encima de unas medias de rejilla un blusón largo con un corte lateral que dejaba que se le viera toda la pierna (eufemismo para evitar decir culo) cada vez que se sentaba. Como no sea que, como dice en su mail, el sillón desde el que hacía las entrevistas era el que utilizaba Ane Igartiburu y ella quería disfrutar del "morbo, corazones" de notarlo en directo "cuando mis nalgas rozaban el mismo terciopelo que ella calentó". Será eso.

Acabemos.

La semana que viene la "prota" de "Carta Blanca" es Isabel Coixet. Me apuesto con quien quiera a que el programa recupera la audiencia perdida. Al menos, eso sí, escucharemos preguntas inteligentes, que de vez en cuando se agradece.

4.10.06

Artur Mas en confianza

A veces me toca hacer entrevistas interesantes, a veces, no siempre. Pero en este caso fue así: Artur Mas. El más que posible President de la Generalitat. A mí me pareció mucho más cercano de lo que se ve en la tele, y no sólo eso, sino que, también, me rompió muchos esquemas. Lo que son las cosas. Menos mal que sigo siendo ideológicamente incorruptible...

"A finales de septiembre en Barcelona hace todavía un tiempo agradable para dar un paseo poco después de las 9 de la noche. Con calma, me dirijo hacia la casa de Artur Mas, el hombre que las últimas encuestas de la prensa catalana dan como favorito para dirigir la máxima institución catalana, la Generalitat de Catalunya. Oriol, su jefe de prensa, me aguarda en la puerta. “Espera un momento que lo llamo a ver si podemos subir”, me comenta tras saludarme. “Están acabando de recoger unas cosas”, añade y a mí se me ocurre pensar en las típicas prisas de último momento de cualquiera de nosotros cuando algún desconocido va a entrar en la intimidad de nuestros hogares. Al salir del ascensor, Artur Mas y su mujer, Helena Rakosnik, nos saludan.

Faltan veinte minutos para las diez de la noche.

“Estamos todos cansados a estas horas”, comenta Helena en el recibidor mientras entramos en su casa. Y ya en el comedor aprovecho para preguntar cuál es el horario habitual de trabajo de Artur Mas. Este hombre relajado y cordial que vemos ahora en el sofá de su casa junto a su mujer, poco tiene que ver con el político incansable al que hemos seguido en una jornada de actividad frenética, que, claro está, debe ser la norma... “Como todos los políticos, si le preguntas a qué hora se levanta te dirá una hora más temprana de la habitual para quedar bien con la prensa”, me había comentado Jordi González en los platós de TV3 donde me lo he encontrado esa misma tarde mientras le hacían una entrevista a Mas en la televisión. Y lo cierto es que fabular no parece que sea una de las características de Artur Mas quien me confiesa que no tiene un horario fijo para levantarse, y que, eso sí, suele acostarse bastante tarde, nunca antes de la una. “Unos días me levanto a las 7, otros a las 8… nunca después de las 9, pero depende de lo que tenga que hacer esa mañana. Aunque en general no suelo dormir más de siete horas ningún día, y alguna menos en campaña”, y añade “eso sí, el desayuno me lo tomo de pie, una manzana, un kiwi y a empezar el día. No tengo tiempo de más”. “Lo que sí procuramos hacer es cenar todos juntos –puntualiza Helena, quien, maestra de profesión, pasó a formar parte del equipo directivo de Transports Metropolitans de Barcelona donde trabaja desde hace 27 y no se ha planteado en ningún momento dejar de hacerlo-, es el único momento de la jornada en el que podemos hablar con tranquilidad, yo también como en el trabajo”; me quedo mirando a un televisor que tienen en la cocina mientras la escucho y veo cómo el pequeño de los tres hijos de la familia, Artur, acaba de entrar y le comenta a su padre los últimos minutos del partido del Barça que ha estado escuchando en la radio y su madre en seguida apunta “la tele no la encendemos nunca, la cena el momento en que los cinco nos sentamos a la mesa y es casi sagrado, sólo si hay algún partido del Barça y es en abierto, claro…”, y sonríe.

La actitud cercana y distendida que transmite Helena –“estos pendientes me los he hecho yo misma, soy muy coqueta, de verdad, y si algo me gusta y no lo encuentro, intento hacerlo yo misma”- es, a buen seguro, el contrapunto perfecto para Artur Mas quien muestra la seguridad cortés del tecnócrata y la prudencia del administrador que se intuye President de la Generalitat. Sin embargo, le comento tras un rato de charla, aquí sí las distancias cortas, a pesar de lo que podamos pensar por la imagen que transmite en los medios, juegan claramente a favor del candidato. “Es un hombre muy cercano. Lo que pasa es que la campaña en la prensa de las elecciones anteriores fue de acoso y derribo contra su persona”, apunta su mujer cuando le digo, sorprendida tras un rato de amena conversación, lo diferentes que se ven los toros desde la barrera y cómo logras sentirte totalmente relajada en presencia de alguien que da una imagen tan distante y con quien, por contra, parece que puedas ir a tomar unas cañas sin problemas. “Mira, es bien sencillo, la oposición se dedicó a hacer crítica de mi imagen en seguida –interrumpe Mas que no suele dejar pregunta sin respuesta-, porque no supieron qué más podían decir. Tras la salida del president Pujol de la presidencia de la Generalitat parecía que no había nadie más detrás de él que pudiera sustituirlo y, sin embargo, allí estaba yo y entonces empezaron las comparaciones, los apodos, los comentarios acerca de mi corte de pelo, de mi forma de vestir, de andar…”. Y surtió efecto y ese lastre lo arrastra, a pesar de su jefe de prensa, aunque, confía Oriol, es cuestión de tiempo. “Y eso que soy el hombre que más besos da del mundo, aunque sólo se los doy a las mujeres”, comenta tras apuntar una sonrisa y mirando con complicidad a su mujer, con la que lleva casado veinticinco años. Tenemos delante al Artur Mas seductor casi sin que nos demos cuenta.

Pero Mas es, además de padre y marido, un político, y el pulso entre los dos principales aspirantes a la presidencia de la Generalitat lo mantendrá en tensión hasta el 1 de noviembre. “Por más que los resultados nos sean claramente favorables no podemos confiar únicamente en ellos, hay que seguir trabajando y tenemos, además, que cambiar esa sensación, que no es real en Catalunya, de que el panorama político se divide entre la derecha y la izquierda. Ese presupuesto de partida nos perjudica, en primer lugar porque Convergencia no es un partido de derecha, sino nacionalista y, en segundo, porque no nos dejan transmitir de verdad partimos de un nacionalismo que se preocupa por su país tanto en el terreno social, como en el económico, sin desvincularse del Estado.”

Nos levantamos y nos dirigimos hacia la cocina, “en general es allí donde cenamos y comemos”, dice Helena. Mientras, por el pasillo, Artur Mas se detiene a enseñarme los libros que tiene empezados y que espera acabar de leer en cuando acabe la campaña. “Lo que menos leo es novela, prefiero el ensayo y, siempre que puedo, leo poesía”. Llega el momento de la cena y ha que repartirse las tareas. En una cocina funcional pero, al igual que el resto de la casa, cuidada al detalle, mientras uno de sus hijos, Patrícia, la mayor de sus hijos pone la mesa -“está a punto de cumplir 23 años y ha sido la primera en votarme”, comenta orgulloso su padre-, Helena acaba de preparar la ensalada y Artur, bandeja en mano, mete en el microondas unas judías verdes con patatas y deja a un lado unos muslos de pollo fritos que serán el segundo. “Me gusta ayudar y ser autosuficiente, las mujeres lo son y los hombres deberíamos aprender a serlo”, dice. ¿…? Me quedo mirando a Helena, “sí, sí, es verdad, si se le cae un botón de la camisa se lo cose, y si ha de hacer la cena la hace, no tiene ningún problema”. “Lo único que se me resiste es la plancha, pero también acabaré por aprender a planchar”. Así las cosas, aprovecho para sacar a colación los temas de mujer de su campaña, “la mayoría de aspectos relacionados con la mujer no son una incorporación para estas últimas elecciones, sino que han estado desde siempre en el programa de CiU y ya se habían puesto en marcha en la última legislatura de gobierno en que tuvimos mayoría. Lo que pasa es que, con el Tripartit, muchos de ellos se han parado”, comenta. “Ahora queremos luchar por políticas familiares de ayuda desde la Generalitat de 1000 euros por nacimiento; ayudas hasta los 3 años de 100 euros mensuales, conciliación familiar y laboral –CIU fue pionera en la implantación de estas ayudas-, aumentar las medidas para paliar la violencia de género… y nos gustaría también defender la prolongación de la baja de maternidad y paternidad de todos los trabajadores, aunque eso no depende directamente de nosotros, sino de la administración central… El problema es que una cosa es hacer política de progreso y otra, muy distinta, hacerse el progre, y en Catalunya esta última legislatura con el Tripartit lo hemos visto claro han hecho mucho el progre y la realidad es que han tenido paradas muchas de las ayudas que ya funcionaban antes. Hoy, sin ir más lejos, se han manifestado los viudos, la mayoría mujeres, a quienes nosotros dimos un complemento para la pensión de viudedad si no llegaban al salario mínimo, y han mantenido esa ayuda sin aplicarles los aumentos del IPC”.

En contra de lo que pueda parecer, seguir a Artur Mas, observar quién se le acerca, quién lo rodea o cómo trabaja en un día de trabajo –si las reuniones o las comidas no son secretas, claro está- no resulta tarea difícil. Un chofer, su jefe de prensa y un guardaespaldas son las personas que le rodean, lo que no impide, en ningún momento, que se acerque –como ha sucedido por la tarde- a aquellos a quienes conoce, o se detenga a hablar si un ciudadano se acerca a darle la mano y saludarlo. Parece relajado y sonríe constantemente, y, frente a las características que transmite su oponente –“ahora que no nos oye nadie, os diré que es que Montilla en realidad es tan aburrido como lo pintan”, apunta con un guiño- es capaz de improvisar un chiste, hablarte de la última vez que fue con su mujer al mercado –“soy más de mercados que de grandes superficies”-, elegir la ropa con la que viste o las ganas que tenía de ir al cine y hasta hace un par de semanas no tuvo tiempo de hacerlo. Entonces fue al estreno de Salvador, luego, la semana siguiente, fueron a ver United-93, porque a Artur, su hijo, le apetecía verla. “Nos gusta ir al cine, y salir a cenar, pero con mi trabajo no siempre podemos hacerlo, aunque en cuanto tenemos unas horas nos escapamos. Helena ya está acostumbrada a mis horarios y a esta alturas eso no supone un problema. Si conseguimos tener un fin de semana juntos sin trabajo, aunque no es frecuente, aprovechamos para estar con la familia y los amigos.”

Son más de las once y media de la noche cuando salimos de casa de la familia Mas. El último tema de los que hemos hablado es el paritario. “En la sociedad en que estamos, creo que no es demasiado acertado forzar los porcentajes más allá de las capacidades de las personas, sin embargo, desde CiU hace muchos años que se intenta que exista, al menos, un 40% de representación del sector más desfavorecido que, en este caso, es la mujer”.

Al salir del domicilio del que puede ser el futuro President de la Generalitat comenta asombrado Oriol: “Carmen, estoy impresionado, nunca hasta ahora ha estado tanto tiempo con un periodista en su casa”. Y la verdad es que todos nos hemos sentido mucho más cómodos de lo que a priori podíamos prever en una entrevista de este estilo, se caen los tópicos. ¿Será que ni Artur Mas ni la política nos es tan ajena y distante como se esfuerzan en hacernos creer, ni Marie Claire hace entrevistas tan frívolas como se puede suponer? Será eso."

1.10.06

Javier Lorenzo (II) o cuántos euros vale la felicidad

Últimamente me pasan cosas muy extrañas. Cada vez que veo Salsa Rosa -sí, sí, ya sé que ahora se llama Dolce Vita- se me ocurren comparaciones con lo cotidiano. Ayer hablaban de Carmen Martínez Bordiu y su hijo Luis Alfonso. Éste, por lo visto, ha optado por casarse por dinero a falta de amor. ¡La tercera fortuna de Venezuela!, nada mal. Estaba yo en estas cuitas cuando, de pronto, mi amiga me dice, "anda, lo mismo que ha hecho Javier Lorenzo que, a falta de un buen sueldo propio, ha optado por quedarse en casa y disfrutar el de su mujer aunque no la quiera", qué cosas, pienso. Y es que el aparato del partido pesa mucho, Bono mediante, y por lo visto ella, que conoce el percal tras años de matrimonio, le ha dicho que le deja hacer lo que quiera y que le perdona lo que haya hecho, a cambio de que se quede. ¡Eso sí que es buena oferta! y el "amigo" Lorenzo no ha sido capaz de resistirse, comprensible, que de poeta no nos ganaremos la vida, "Ecosistemas" está a punto de salir y eso de trabajar para vivir es muy cansado.
Sigo hablando con mi amiga porque no doy crédito. Pero, ¿todavía hay quien prefiere, de la gente normal, de esa que se pasea a nuestro lado todos los días, un buen sueldo a la felicidad? Parece que sí. "De todos modos, me dice mi amiga que conoce a los tres protagonistas, cuando me lo contaron me alegré por él porque llevamos mucho tiempo viendo que no es feliz, pero pensé que no se atrevería a hacerlo. Y así ha sido. Y ahora pensamos que lo peor es que tiene la infelicidad garantizada, porque vio el cielo abierto y siempre recordará que tuvo la oportunidad de cogerlo al final del Euromed y se acobardó. Las cobardías pasan factura." Visto así tiene sentido, de hecho pienso que ya debe ser infeliz porque si mi cabeza no me traiciona, y yo también conozco al personaje, recuerdo unos comentarios acerca de la "honestidad" que se respiraba en el PSOE de Castilla La Mancha, de por qué había decidido que dejaba las colaboraciones que hacía con ellos, y de que pensaba dejar el carnet que casan a la perfección con su táctica del donde dije digo digo Diego. Ya para qué hablar de lo que explicó de la relación con su mujer porque aquí el dinero nos lo compensa todo.
Casan, digo, porque las contradicciones son tantas que comprendo que se vea abocado a la infelicidad sin marcha atrás: "Me creo lo que te dijo, intentó ser valiente contigo pero no al final le dio miedo. Ha preferido tener la nevera llena a intentar llenarla junto a alguien a quien quiere. Desde luego no es lo más indicado para garantizarse un futuro satisfactorio, apunta mi amiga desde Madrid". Y tiene razón. ¡Ay si se acordara de lo que había dicho de las franquicias de Tous y del matrimonio Bono!